“Será la Bendición de todos los pueblos”. (Liturgia de Navidad)
En estos días de sol y lluvia, -así es la presencia de nuestro Dios como “Sol que nace de lo alto”, Lc 1,7 y lluvia que empapa la tierra-, frío, calor de hogar, de Encuentro, reencuentros y regresos; de prisas, salidas, viajes, compras –responsables-, de comidas, cenas y desayunos –en familia, ideal-, de añoranzas, presencias, ausencias, penas y alegrías; de invitaciones, acogidas y despedidas; de abrazos sentidos, sonrisas y lágrimas; días de hogar, de silencio y estrépito, de música callada como dice S.Juan de la Cruz y luces de colores, de oscuridad y sombra para los que son mordidos por la soledad; días de estrellas e ilusión, de estremecerse, estrenar o simplemente estar…de confidencias, amistad, de gustar…
En estos días en los que se siente, se palpa, se intuye que hay muchas personas que sin estar a nuestro lado nos acompañan siempre. Se nos hacen presentes familia, amigos, compañeros de fatigas, los que se alegran conmigo y a los que sufren mis penas, los que me sostienen cuando desfallezco, los que quiero sin que ellos lo sepan, los que siento tan cerca aunque estén a kilómetros de distancia, los que pasan días y noches interminables de hospital, los que me enseñan con su ejemplo a permanecer en el camino de la entrega, los que siempre están ahí, dispuestos a hacer lo que sea, a ayudar, a no huir de los problemas, a apoyar, a no desaparecer cuando algo va mal, a servir desinteresadamente; los que saben vivir con ilusión el milagro de la vida cotidiana; los que saben negociar y sufrir -¿algún hijo/a joven en la familia?-; los que resisten ante la adversidad, ante la contrariedad poniendo por delante la esperanza en que otro mundo, otra situación, otra forma es posible…
En estos días de evidencias, especialmente en el amor, de esperar buenas noticias, abrir y cerrar, de encender ilusiones y apagar tristezas, de desear lo mejor…
Días de Fe, llenos de la Presencia de Dios, de Adoración –“se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra” -, de buscar y hallar; de regalar y recibir regalos. Regalemos ilusión, pero todo el año, alegría, acogida, cariño, encuentros, ternura, bondad, solidaridad paz, luz, belleza, amor, buenas noticias…
Recibamos el regalo de la palabra oportuna, la mano amiga, las dificultades superadas, el sufrimiento fecundo, liberación, amor…el regalo de la Palabra hecha carne que habita entre nosotros, Jesucristo.
En estos días…necesitamos ser iluminados con la Presencia de Dios y recibir su BENDICIÓN que equivale a experimentar su cercanía amorosa.
Mi deseo para ti, para mí, para todos es que recibamos cada día de este nuevo año que estrenamos la Bendición de Dios.
BENDICIÓN PARA EL AÑO NUEVO
“Que tu mirada gane en hondura y detalle
para que puedas ver más claramente
tu propio viaje con toda la humanidad
como un viaje de paz, unidad y esperanza.
Que no tengas miedo a las preguntas
que oprimen tu corazón y tu mente;
que las acojas serenamente y aprendas a vivir con ellas
hasta el día en que todo quede al descubierto.
Que des la bienvenida con una sonrisa
a todos los que estrechan tu mano:
las manos extendidas forman redes de solidaridad
que alegran y enriquecen con su presencia protectora.
Que sea tuyo el regalo de todas las cosas creadas;
que sepas disfrutarlas a todas las horas del día;
y que te enfrentes, con valentía y entusiasmo,
a la responsabilidad de cuidar la tierra entera.
Que tu espíritu esté abierto y alerta
para descubrir el querer de Dios en todo momento;
y que tu oración sea encuentro de vida, de sabiduría
y de entendimiento de los caminos de Dios para ti.
Que tu vida este año, cual levadura evangélica,
se mezcle sin miedo con la masa
y haga fermentar este mundo en que vivimos,
para que sea realmente nuevo y tierno.
Y que la bendición del Dios que sale a tu encuentro,
que es tu roca, tu refugio, tu fuerza, tu consuelo
y tu apoyo en todo
momento, lo invoques o no,
descienda sobre ti y te guarde de todo mal”.
(F. Ulibarri, Al viento del Espíritu. Plegarias para nuestro tiempo)