“Del amor de Dios sale todo” (S. Rafael, Hno. Rafael)
Comenzamos este mes de noviembre recordando a todos los Santos… es casi inevitable, al menos para mí, pensar en todas esas “santas personas” queforman parte de nuestra historia porque nos hemos cruzado con ellas en cualquier rincón del mundo…
¿Quién de nosotros no puede pensar en su Madre o en su Padre sin que le brote un “¡Gracias, Señor!” por cada uno de ellos”?
Hay gente anónima con la que te encuentras en el camino de la vida que “huele” a Dios, que ofrece paz con su sola presencia. Personas trabajadoras, sin miedo a hacer realidad un sueño, el de ser mejores cada día, el de procurar un buen futuro a los que vienen detrás.
Te encuentras con gente que camina descalza, pero con paso firme y segura de donde quiere llegar, sin prisa, viviendo con la certeza de que a cada día le basta su afán.
Gente que te habla de Dios a pesar de todo el dolor y sufrimiento grabado en la planta de sus pies. “Dios proveerá” -la mujer sentada perdió su choza por un incendio provocado…-.
A nuestro lado, cada día, si estamos atentos, sabremos descubrir a esos “santos andantes” que en silencio y con gestos sencillos hacen que cada día sea un milagro, una acción de gracias.
Sigue el mes de noviembre con la conmemoración de todos los fieles difuntos. La Iglesia ofrece el Sacrificio eucarístico y su intercesión por ellos. ¿A quién no le “falta” alguien?
Si somos de la “familia de Dios”, debemos recordar a todos los que nos han precedido y orar por ellos. ¿Por qué?
Porque se recibe el consuelo que concede el hacer una obrade misericordia.
Porque orando por todos ellos se aviva nuestra esperanza y sabemos que “viven de otra manera” en nosotros. Porque creemos en la comunión de los santos y que ellos interceden por nosotros.
Porque crea lazos de amistad. Prometer que se reza por quienes han perdido a sus familiares crea lazos de amistad y agradecimiento. Es el mejor regalo que se puede hacer desde la fe a los que en la desolación sienten el desgarro de separarse de los que aman.
Dice un himno de vísperas:
“Para ir, Padre, hacia ti,
dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré: solo no sé
ir rectamente hacia tu claridad.
Tras el vivir
dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer”
Concluirá el mes con el Adviento, la preparación para acoger al que llega: Jesús. Es tiempo de mirar al futuro… cada uno debemos preparar nuestro futuro rebosando de amor a todos y agradando a Dios…
A todos: “Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva” (ITs 3, 12ss)