Falleció el pasado 18 de agosto de 2018 en su pueblo natal, a las 6,30 h. Sufrió el atropello de un vehículo que se dio a la fuga. Fue en su habitual paseo matutino por los huertos de Totana. Sorprendente ha sido su fallecimiento y lleno de dolor para sus familiares y tantas personas que lo admiraban por su profunda humildad y personalidad humana y espiritual.
Desde su jubilación residía rodeado de toda su familia en Totana; su vida ha sido en los últimos años austera, metódica y entregada. El servicio a los suyos estaba unido a su entrega en Cáritas Parroquial de Totana atendiendo a los más necesitados de la ciudad, allí conocía y escuchaba cada caso, atendía a personas de distinta nacionalidad; esta labor no se despegaba de su altura intelectual pues seguía en estas fechas muy implicado en tareas de investigación histórica en los archivos de la ciudad.
En la mañana del Domingo 19 de agosto se celebraron sus exequias en la Parroquia de Santiago Apóstol de Totana, en la que diariamente oraba en tiempo de silencio y participaba de la Eucaristía. Un grupo de profesores y antiguos alumnos con algún formador y el director del Colegio le acompañaron. Unido al mensaje de la esperanza de la resurrección de Cristo se sumaron al final unas palabras que destacaron su talante de padre de familia, de maestro, y de servidor de los necesitados. Como maestro, se significó su excelencia en el plano intelectual, espiritual cristiano y humano.
Unas notas en su memoria:
Nació en Totana (Murcia) en el año 1935. Estudió en la Universidad de Murcia la licenciatura de Filosofía y Letras, sección Historia. Comenzó su andadura en Murcia con prácticas en el Instituto Alfonso X el Sabio, tercero de los fundados en España, anexo al Obispado, y pronto marchó a Cannes como profesor ayudante de Lengua española en el Lycée Carnot, en el departamento de los Alpes Marítimos, en el curso 1961-62. En unas cortas vacaciones recibió una llamada del entonces Obispo, D. Pablo Barrachina y Estevan, que en aquellos momentos fue Administrador Apostólico de la Diócesis de Cartagena, y fue recibido por el entonces director D. Alejo García, con el cual llegó al compromiso de trabajar por un año con carácter renovable.
D. Ildefonso se incorporó en el año 1962 a una familia educativa formada por 12 sacerdotes diocesanos y 18 profesores laicos que formaron una auténtica comunidad intelectual y de vida cristiana. El histórico colegio, con orígenes en el siglo XVI como Universidad Pontificia, estaba en el séptimo curso de su actual etapa como colegio Diocesano y contaba con 350 alumnos. Hoy llega a 1800 alumnos y 102 profesores.
Ildefonso sólo hizo una cosa en el colegio: amarlo; lo amaba, lo quería, viviendo su vida como vocación en auténtica pasión educativa. Su vida ha sido Santo Domingo en constante entrega generosa, humilde, y en inquebrantable comunión con los pastores de la Iglesia Diocesana.
D. Ildefonso, -así como seguro otros sacerdotes y profesores de su talla-, infundía a todo alumno y profesor que se iba incorporando al colegio un espíritu significativo: trabajar o estudiar en Santo Domingo se convertía en algo distinto; suponía exigencia intelectual, tensión espiritual, misterio, fraternidad, compromiso, que hacían de Santo Domingo un colegio único dentro de la belleza de aquellos muros.
Trabajó durante 38 años como profesor. Pero la Iglesia Diocesana le debe mucho más, durante 21 años, nombrado por el Obispo D. Pablo, fue Director Técnico Pedagógico desde 1970 a 1991, el primero de condición laical. Su asignatura preferida fue siempre la Historia del Arte, también dio clases de Geografía en la Escuela de Magisterio de la Iglesia “Jesús Maestro”, que funcionó en el colegio desde 1963 hasta 1970.
Actuó de coordinador de todos los profesores, en el curso 1965-66, bajo la dirección de D. Alejo, en la preparación del equipo de doce alumnos de 5º y 6º de Bachiller para participar en el concurso de TVE denominado “Cesta y Puntos”. Consiguió ganar la final nacional después de pasar las distintas fases de la eliminatoria. Para el colegio supuso un indicador de su calidad educativa y lo situó como colegio referente a nivel provincial y nacional con lo que entre muchas cosas potenció su internado y elevó su prestigio, desarrollo y crecimiento.
Fue uno de los que apoyó y dirigió, gracias a la propuesta del Obispo D. Pablo en el curso 1975, la integración plena a Santo Domingo del colegio de párvulos y primera enseñanza de las Religiosas Discípulas de Jesús situado en la plaza del Marqués de Rafal, fundado en el curso 1954-55. En su tiempo también se constituyó la primera Asociación de Padres y fue testigo de la incorporación de las chicas al colegio en el 1979-80.
Podemos decir que su vida fue entrega generosa y humilde, para él lo primero fue siempre el colegio; para encontrarlo los de su propia casa tenían que ir siempre a buscarlo entre las aulas y los claustros históricos, o por los despachos entre sus compañeros profesores. Su vida fue una identificación plena con el proyecto educativo Santo Domingo sin separar educación y evangelización.